Un pescador alardeaba de haber
descubierto una tierra desconocida. Todos le tomaban por loco. “Si ya está todo
descubierto”, decía un anciano que ha visto mundo. Cada noche cogía su barca-
cuando todo el mundo dormía y al único que se le escuchaba era al mar en su
desvelo permanente-, y remaba hasta desaparecer en la inmensidad del océano.
Por las mañanas, regresaba maravillado, deseoso de contar sus aventuras, pero
nadie le quería escuchar. Él aseguraba su existencia, ninguno de los habitantes
de la aldea le creía, no se les pasaba por la cabeza ni una mínima duda, salvo
a un niño. Cierto día, antes de que se hiciera completamente de noche, el niño
se escondió en la barca y se quedó sin querer dormido. A la mañana siguiente,
el pescador volvió de su habitual viaje, el niño que aquella noche partió con
él, sin que él lo supiera, ya no regresó nunca más. El pueblo quedó
conmocionado con la desaparición del chico, culpaban al mar impetuoso de
habérselo tragado. Aunque sabían que al mar no se le podía juzgar, ninguno se
atrevía a ver más allá. Nadie creería que el niño estaba perdido en una tierra
de mentira.
sábado, 17 de mayo de 2014
miércoles, 14 de mayo de 2014
La chica del banco
Él se sentaba siempre en el mismo banco, a la misma hora y pensando en la chica de siempre. Un día llegó tarde, el banco estaba ocupado por la chica de siempre; pero él justo ese día la había olvidado, en su cabeza no estaba su imagen. No se sentó en el banco, se marchó sin mirar atrás, sin reconocer lo que tanto ha querido. Deseaba tanto verla, que salió de su pensamiento, volviéndose real, pero al marcharse de su pensamiento, no se fue sola, también se llevó su recuerdo. Ella era la que estaba ahora en ese banco y él el que había quedado demasiado lejos.
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