sábado, 17 de mayo de 2014

La tierra desconocida

Un pescador alardeaba de haber descubierto una tierra desconocida. Todos le tomaban por loco. “Si ya está todo descubierto”, decía un anciano que ha visto mundo. Cada noche cogía su barca- cuando todo el mundo dormía y al único que se le escuchaba era al mar en su desvelo permanente-, y remaba hasta desaparecer en la inmensidad del océano. Por las mañanas, regresaba maravillado, deseoso de contar sus aventuras, pero nadie le quería escuchar. Él aseguraba su existencia, ninguno de los habitantes de la aldea le creía, no se les pasaba por la cabeza ni una mínima duda, salvo a un niño. Cierto día, antes de que se hiciera completamente de noche, el niño se escondió en la barca y se quedó sin querer dormido. A la mañana siguiente, el pescador volvió de su habitual viaje, el niño que aquella noche partió con él, sin que él lo supiera, ya no regresó nunca más. El pueblo quedó conmocionado con la desaparición del chico, culpaban al mar impetuoso de habérselo tragado. Aunque sabían que al mar no se le podía juzgar, ninguno se atrevía a ver más allá. Nadie creería que el niño estaba perdido en una tierra de mentira.


miércoles, 14 de mayo de 2014

La chica del banco

Él se sentaba siempre en el mismo banco, a la misma hora y pensando en la chica de siempre. Un día llegó tarde, el banco estaba ocupado por la chica de siempre; pero él justo ese día la había olvidado, en su cabeza no estaba su imagen. No se sentó en el banco, se marchó sin mirar atrás, sin reconocer lo que tanto ha querido. Deseaba tanto verla, que salió de su pensamiento, volviéndose real, pero al marcharse de su pensamiento, no se fue sola, también se llevó su recuerdo. Ella era la que estaba ahora en ese banco y él el que había quedado demasiado lejos.


domingo, 16 de marzo de 2014

El amor a la destrucción

Si las palabras son mi equipaje, yo estoy vacío. Quizá tenga la maleta llena de experiencias, pero se me olvidó meter por algún hueco la esperanza. Por eso con ese enorme circuito de palabras podré contar lo que siento de mil maneras, sin embargo en ninguna de ellas aparecerá la más mínima esperanza. Escribo con dolor y con cada palabra me voy desangrando. No obstante, en la muerte de la persona nace el poeta. 
Siempre quise ser alguien, pero estoy más a gusto siendo un cualquiera. No necesito crearme metas, si sé que a la muerte voy a llegar igual; rico o pobre me es indiferente, la miseria la llevó en el alma. Mi mayor fracaso es ser yo mismo, convivo con una decepción constante que ni vive ni deja vivir. Paseo cientos de veces por el camino de la incomprensión, veo a todo el mundo pasar de largo, pero yo no me detengo, sigo andando, me acompaña la temible gloria del solitario.
Mi indiferencia a la vida aumenta a cada paso. En mi cárcel de angustia no sueño con la utopía de la libertad, dentro del sistema no somos nadie pero fuera aún menos. No me gusta creerme alguien, ni diferenciarme, quizá por eso sea diferente. No me quiero, ni me sé querer. Muchos me dicen que debería aprender a quererme, pero seguramente al intentar amarme acabaría odiándome. Nunca le vi el sentido a ese amar por amar, es más amo algo que no existe, que nunca estuvo, ni estará. Mi corazón está vacío y no existe su cura, porque ha caído en la enfermedad mortal de la vida. 
Ya dejé de escribir para dar sentido a las cosas, ahora escribo para quitárselo.